Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), es uno de los filósofos peor comprendidos de la historia. Pero no hablaremos hoy de su obra filosófica sino de su más desconocida faceta de compositor.
En este último día del fatídico año 2020, que sin duda recordaremos como el año de la pandemia y que también sin duda querremos olvidar, me resisto a dejar pasar la oportunidad de desearos todo lo mejor para el año que entra. Espero que tengáis la ocasión de dar todos los abrazos que nos robó el año que termina, y que podamos vernos (y tocarnos, y besarnos) «piel con piel», y no a través de una pantalla.
Os propongo recibir el 2021 descubriendo la obra musical del filósofo alemán. Particularmente, su pieza Resonancias de una Noche de San Silvestre. ¿Qué mejor ocasión que la que se nos presenta?
Y no lo olvidéis: en este nuevo año, ¡mucha música!
La obra musical de Friedrich Nietzsche

El pequeño Friedrich recibió una educación musical bastante completa: tocaba el piano e improvisaba con bastante calidad, y a los diez años compuso su primera sonatina. Sin embargo, esta formación musical no fue suficiente para hacer de él un verdadero compositor y él mismo se autodefinía como un aficionado. Aún así, buscó con ahínco el reconocimiento de algunos profesionales y encajó bastante mal las críticas (algunas de ellas, realmente crueles).
A lo largo de su vida, escribió un considerable número de obras, aunque es cierto que algunas de ellas quedaron inconclusas. Éstas son, en su mayor parte y de forma sorprendente, piezas de carácter religioso que muestran más su admiración por los compositores «clásicos» que un verdadero sentimiento religioso por parte de su autor. Entre ellas, hay un Miserere a cinco voces, un Oratorio de Navidad y una Misa para solista, coros y orquesta.
Su catálogo de obras, incluyendo las inconclusas, las anotaciones y los apuntes, es bastante amplia. En 1976, la editorial Bärenreiter-Verlag publicó, bajo la supervisión de Curt Paul Janz, uno de los principales biógrafos del filósofo, la recopilación de todas esas piezas y es bastante voluminosa. Entre todas, destacan particularmente sus lieder y sus obras para piano, varias de ellas a cuatro manos. Claramente, las formas breves y reducidas en su instrumentación eran las más adecuadas a su escritura.
El interés por la música por parte de Nietzsche quedó patente cuando, a los 15 años, fundó la asociación Germania junto a dos de sus amigos de la infancia con los que acostumbraba a tocar el piano a cuatro manos: Wilhem Pinder y Gustav Krug. Los tres jóvenes se comprometían, como miembros de la asociación, a crear una pequeña obra mensual: una poesía, una composición musical, un ensayo ilustrado… Tras dos años de actividad, Nietzsche había completado 25 envíos, mientras que Krug terminó solamente 18 y Pinder, 16.

A los 20 años, Nietzsche ya había terminado una docena de lieder de cierta calidad, que en 1865 sometió al juicio del director de orquesta Joseph Brambach. Poco después escribió a su madre y su hermana: «Me alegro mucho de que os hayan gustado mis canciones. He hablado de ellas con el director de música de aquí que me ha aconsejado que tomara clases de contrapunto. Me he propuesto firmemente no componer nada este año. Las razones de ello os las comunicaré personalemente». Al parecer, el consejo de Brambach no gustó al joven, que decidió abandonar la creación para siempre y dedicarse a la crítica musical. Sin embargo, no transcurrieron más que unos meses antes de que volviera a componer, aunque nunca siguió las recomendaciones de formarse más seriamente.
Todavía entonces sus preferencias musicales eran bastante clásicas y se inclinaba por las obras y el estilo de W.A. Mozart, L. van Beethoven y R. Schumann. Aunque su amigo Krug había intentado tentarle con una reducción al piano de Tristan und Isolde de Richard Wagner, la actitud de Nietzsche hacia la nueva música era de cierta desconfianza. No fue hasta que coincidieron dos circunstancias singulares que se convirtió al wagnerianismo: por un lado, Sopie Ritschl, esposa de su maestro de filología y quien se convertiría en su musa, le animó a acercarse a la música del maestro alemán; por otro, asistió a un concierto en el que se interpretaba el preludio de Los Maestros cantores de Nüremberg, pieza que escuchó con arrobamiento.
Por aquella época, Wagner tenía muchos opositores, si bien ya estaba madurando la idea de levantar un teatro en el que únicamente se representarían sus óperas (en realidad, Wagner no triunfaría en Alemania hasta que pudo materializar este proyecto). Para llevarlo a cabo, necesitaba apoyos en todos los ámbitos culturales y sociales, y Nietzsche se presentaba como un «brillante propagandista» que podría abrirle puertas en el medio académico. En 1865, cuando tan solo contaba 25 años, el joven filósofo había sido nombrado catedrático de Filología Clásica en Basilea, por lo que en el momento en que fueron presentados, en 1869, Wagner vio en él un importante aliado. Por su parte, Nietzsche, que había perdido a su padre a la edad de 5 años, fue inmediatamente seducido por el compositor (casualmente nacido en 1813, el mismo año que el padre fallecido). Al mismo tiempo, Cósima, la esposa de Wagner (e hija de Franz Liszt), se convertía en la nueva musa de Nietzsche, que estaba muy complacido de poder formar parte del círculo íntimo de la pareja.
La primera consecuencia importante de la relación entre estos dos gigantes fue la publicación por parte de Nietzsche de El nacimiento de la tragedia, un alegato en favor de la música de Wagner y en el que proclama que gracias al compositor se recuperarían los cánones de la tragedia griega. De hecho, Nietzsche describe a Wagner como «la encarnación moderna de Esquilo, capaz de penetrar el velo apolíneo de las apariencias para alcanzar las profundidades de lo dionisíaco». Cuando el libro se publicó, Nietzsche envió un ejemplar a Wagner como regalo de la Navidad de 1871. A este volumen en edición de lujo adjuntó un regalo para Cósima: una nueva composición, Nachklang Reiner Sylvesternacht (Resonancias de una noche de San Silvestre), una pieza para piano a cuatro manos. Sin duda, tenía la esperanza de tocarla con ella. Pero Cósima ni siquiera agradeció el envío.
Wagner fue muy injusto con su comentario sobre la pieza: «Le entiendo a usted también con el sentido de las composiciones musicales con las que tan ingeniosamente nos sorprendió. Sólo me resulta difícil comunicarle mi comprensión. Y, como percibo estas dificultades, me siento angustiado.» Pero la obra es perfectamente comprensible y, además, contiene algunas «resonancias» reconocibles de Los maestros cantores, cuyo preludio Nietzsche solía interpretar durante las reuniones sociales. Decepcionado, Nietzsche reelaboró la obra y envió la nueva versión a Hans von Bülow, con el título de Meditación de Manfredo. Posiblemente obsesionado con la aprobación profesional, Nietzsche, lejos de mejorar la pieza, cometió en la reelaboración más errores que en la versión de las Resonancias, pero von Bülow fue especialmente cruel en su análisis. Le escribió una carta en la que califica la Meditación como «el summum de la extravagancia» y «lo más insoportable y antimusical que había oído en mucho tiempo»:
Su Meditación de Manfred es lo más extremo en extravagancia fantasiosa, lo más fastidioso y antimusical que me he encontrado desde hace años. ¿Se trata de una broma? ¿Pretendió hacer usted una parodia de la llamada música del futuro? ¿Es por ello que escarnece tan a conciencia las reglas de la armonía?… Desde el punto de vista musical, su meditación solo tiene el valor que en el mundo moral tiene un crimen.
Cuando Nietzsche mostró la carta a Cósima, a la sazón ex-mujer de von Bülow, ella estuvo de acuerdo con sus crueles opiniones.
Cualquiera que hubiese recibido semejantes críticas acerca de su obra se habría desmoralizado sin duda y habría abandonado la composición. Pero Nietzsche no era cualquiera y, quién sabe si motivado precisamente por estas hirientes opiniones, a los dos meses terminó una nueva pieza también para piano a cuatro manos. Se trata de Monodie à deux, con motivo de la boda de Olga Monod (¿reparas en el juego de palabras?), hija adoptiva de una de sus grandes amigas, Malvina von Meysenburg. Nietzsche siguió componiendo y en 1874 finalizó su Himno a la amistad para piano solo, ideado como himno de una futura sociedad que reviviese el espíritu de la Germania de su adolescencia.
En una carta escrita el año siguiente, en 1875, Nietzsche menciona que está componiendo un Himno a la soledad, en el que trabaja diez minutos cada dos o tres semanas. Su hermana Elizabeth, con la que vivía en aquella época, menciona que efectivamente él la interpreta todas las noches. Pero la partitura se ha perdido y no se conserva ninguna copia.
De hecho, la última composición de Nietzsche de la que se tiene constancia es el lied Oración a la vida, de 1882. Fue inspirada por su breve convivencia con su alumna Lou-Andreas Salomé, con la que mantuvo una relación amorosa y quien le rompió el corazón. En realidad, se trata de una reelaboración de su Himno a la amistad. Cuando Salomé leyó la anotación «desprecio la vida» en el diario de Nietzsche, le regaló un poema que había escrito hacía un tiempo: él se limitó a adaptar la música a los versos de ella. Cuando terminó esta adaptación, se la envió a su amigo Krug, escribiendo que era «lo único que debe quedar de mi música, una especie de profesión de fe que algún día se podría cantar en mi memoria». También se la envió a Peter Gast, su alumno y asistente, que además era músico profesional, solicitándole: «Me gustaría haber hecho una canción que pueda ser cantada públicamente para seducir a la gente con mi filosofía. Vea si esta Oración a la vida se presta a ello… ¿Podría repasar mi composición y corregir las faltas de aficionado?».
Nietzsche no volvió a componer.
Bibliografía y fuentes recomendadas
Además de apuntes, materiales y conocimientos que he ido adquiriendo y acumulando a lo largo de mi formación y experiencia profesional, algunas de las fuentes que he empleado para la redacción de este artículo son:
Fuentes digitales
- El universo musical de Friedrich Nietzsche. Diego Sánchez Meca y Eduardo Pérez Maseda. Fundación Juan March, Recursos.
- Nietzsche compositor. Claudio Schulkin. A Parte Rei. Revista de Filosofía.
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María Setuain Belzunegui. 2020 Licencia de Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
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¡Qué artículo tan interesante!
Gracias por acercarnos al Friedrich Nietzsche compositor.
Y pienso que lleva razón, sería un error…
Un saludo.
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¡Gracias, Rubén! Coincido contigo, qué perdidos estaríamos…
¡Un saludo!
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